En primer lugar y antes de entrar al conjunto de la Ermita, nos encontraremos con un mirador desde donde podremos ver una extraordinaria panorámica de la Hoya de Huesca, pudiendo divisar perfectamente, a la derecha, Castillo de Loarre, Loarre Pueblo, Sarsamarcuello, Santa Engracia de Loarre, Ayerbe. Por el centro, Los Corrales, Quinzano, Plasencia del Monte, Motmesa, Lupiñen y Ortilla. Por la derecha, Bolea Esquedas y en días claros la Capital de Huesca.
Desde el mirador que acabamos de describir, bajaremos por unas empinadas escaleras para llegar a una pequeña explanada en medio de la roca, donde se encuentran dos edificios, el primero de ellos la Ermita y a continuación y separada por una pequeña plaza con un pozo de agua, la casa del Santero, Romeros y Cofrades.
La Ermita se adapta al declive aterrazado, cerrada a vacío por alto muro de manipostería y sillares, trabando abundante argamasa de cal. Es de traza barroca: nave con crucero apenas resaltado en planta y cabecera rectangular, cubriendo bóveda de lunetos en cinco tramos separados por arcos diafragma. El interior tiene exuberante decoración realizada con yeso endurecido y cerámicas de vivos colores en algunos paramentos. Una verja separa el presbiterio del resto de la nave. En la parte de los pies porche con vestigios del anterior edificio románico, entre estos, un capitel historiado. Un gigantesco San Cristóbal, pintura de hechura popular, ocupa parte de la fachada principal. Representa al gigantesco santo portando en el hombro derecho al Niño Jesús en el momento de cruzar el río; la mano izquierda se apoya en robusto cayado. En el interior importante número de obras artísticas, sobresaliendo un par de tablas góticas, representando a los santos Pedro y Pablo.
Un ilustrado grabado de 1642, representa al anacoreta FRAI JUAN arrodillado y orando en la boca de su limitada cueva, en cuyas paredes cuelgan objetos. En el dibujo se reseñó la arquitectura del templo, la cascada central y una segunda cueva-celda. La Virgen protege edificios y ergástulos.
El covacho central fue lugar elegido por la Virgen como escondite, donde se apareció por primera vez.
Ante tal hallazgo los de Aníes, en nutrida procesión, trasladaron esta imagen a la ermita de San Pedro, pero una vez depositada en esta ermita, se trasladó milagrosamente al primitivo sitio, y entonces los de Aniés comprendieron que era voluntad de Dios que se le adorara en el mismo sitio para lo cual escalaron el camino e hicieron la ermita.
La vivienda del ermitaño se acopla al exiguo espacio magistralmente. La fachada incluso de incurva siguiendo el perímetro de la terraza rocosa. Tiene tres pisos; el inferior más amplio, con gran hogar y estantes repletos de bajilla basta- cuencos, cacerolas, pucheros…- que debe remontarse al siglo XVIII. Es uno de los mejores museos de cerámica de nuestra provincia. La planta siguiente se subdividió en salas que atendían la demanda de los pueblos que concurrían en romería, y el piso superior se preparo como galería solana, con barandilla línea de balaustres trabajados y tejadillo a una sola vertiente forrado con teja curva árabe. Desde el mirador se aprecia sensacional panorámica, entre mística y sobrecogedora: El vacío corta la respiración y el espíritu se entrega a un cielo intensamente azul.